alguien dijo alguna vez:

“Anda plácidamente entre el ruido y la prisa, y recuerda que paz puede haber en el silencio. Vive en buenos términos con todas las personas, todo lo que puedas, sin rendirte. Di tu verdad tranquila y claramente; escucha a los demás, incluso al aburrido y al ignorante; ellos también tienen su historia.”

Anónimo, 1.693.

lunes, 4 de octubre de 2010

Cada cosa, a su tiempo

Una vez alguien dijo: “Las personas nacen, corren por la vida y mueren”. Hoy día existen libros que te ofrecen aprender o hacer algo en una semana, en días, en 24 horas… Incluso existen autoescuela que te garantiza prepararte para aprobar el “teórico del carnet de conducir” en una semana. Se comercializan resúmenes de libros “indispensables” para presumir que los hemos leído.
Nos encontramos comida precocinada que te ofrece: “un solo minuto de microondas y listo para comer”. Está generalizada la comida rápida fundamentalmente de hamburguesas y pizzas. Coches rápidos que no deberían superar la velocidad máxima permitida. Niños con agenda de “ejecutivos” llena de actividades extraescolares. Esas transformaciones de gente normal en posesos gritando y dando volantazos en el coche.
Todos estamos atrapados por el tiempo. Tenemos que ir al ritmo que nos impone esta sociedad sino, nos ven como gente rara.
¿Alguien se ha parado a valorar (incluso económicamente) el coste para esta sociedad y sus individuos de esta vorágine de velocidad? Estrés, ansiedad, fatiga crónica, depresiones, irritabilidad, infartos, Burnout, desmotivación, improductividad, insatisfacción, ulceras de estomago, indigestión, cefaleas, trastornos del sueño…estamos cada vez más enfermos y menos felices.
Esta velocidad nos separa de nuestros amigos, de nuestras familiar…y lo que es más grave, nos separa de nosotros mismos. Pasamos por la vida sin vivirla. Ni siquiera nos permitimos disfrutar de los buenos momentos, inmediatamente tenemos que dejarnos arrastras por la vorágine. Y por no hablar de la falta de paciencia, esa impaciencia que no da su tiempo a cada cosa.
Nuestra obligación con nosotros mismos, nuestra familia, nuestros hijos, nuestro entorno en general…es decir basta. No se trata de hacer “una declaración de guerra” a la velocidad. Velocidad por la velocidad: la enfermedad de nuestro tiempo, es una pandemia. No solo se conforma con ser una religión a la que todos rinden culto, se está convirtiendo en una secta. Para muchas personas la velocidad se manifiesta como una especie de adicción. Si paran, no sabrían como vivir
Podemos proponernos hacer las cosas con rapidez al mismo tiempo que mantenemos una actitud mental de tranquilidad, manteniendo la serenidad y la calma. Se trata de encontrar un equilibrio, imprimiendo a cada cosa su tiempo; rapidez cuando las circunstancias los demandan o, lentitud si la situación verdaderamente lo requiere.
No se trata de hacer un canto a la lentitud. Tampoco se trata de que algunas cosas siempre sean lentas o otras siempre rápidas; lo mas importante es que nosotros decidamos qué y cuándo queremos que sean o lentas, o rápidas. Lo dicho, encontrar el equilibrio. Es nuestro derecho como seres humanos.
Aunque es nuestro derecho el decidir que velocidad imprimimos a nuestras vida, cuando no lo ejercemos siempre terminamos rendidos a la dictadura de la velocidad. Cuando corremos solo rozamos la vida. Ir más lentos nos hará poner los pies en la tierra, y al fin y al cabo, vivir nuestra vida que fue creada para ser vivida.