Llega la Navidad, llegan las fiestas navideñas y todo lo que con ellas comporta, y ello incluye las comidas de navidad. Llegan la comidas familiares, de empresa, de amigos, de la asociación, de…
Todas estas comidas deberían tener un sentido, pero en la realidad no lo tienen. ¿Existe algo mejor que compartir compañía, conversación, mesa y mantel con personas a las que te sientes unido de alguna forma?
Hemos convertido un hermoso ritual en una especie de obligación social. Entre todos, hemos dejado que lo que debería ser una ocasión especial, sea en la práctica una rutina sin más que se remite irremediablemente cada año.
No aprovechamos esa comida familiar para sentirnos más cerca y unidos a nuestros familiares. En la comida de empresa, unos se decidan a agasajar a la jefatura, mientras el resto se “divierte” con la crítica de ese comportamiento.
Nos encontramos con comidas de “amigos” en las que, cada año que pasa, se reúnen alrededor de una mesa y de mucho alcohol, personas cada vez más desconocidas unas de las otras.
Las comidas de asociaciones, clubes, hermandades… se han convertido en competiciones de estatus, o en la interpretación de roles absurdos en un espacio supuestamente de amistad y fraternidad, o en el mejor de los casos un encuentro civilizado para comer en un mismo local.
Parece que a todos se nos ha olvidado que lo de comer es simplemente el pretexto perfecto para tener la oportunidad de estar, y sentirse más unidos, con esas personas que nos interesaron, a las que nos consideramos conectados y a las que visualizamos en un futuro compartido.
(puedes leer este artículo también en: www.sercompetentes.com)
martes, 20 de diciembre de 2011
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