alguien dijo alguna vez:

“Anda plácidamente entre el ruido y la prisa, y recuerda que paz puede haber en el silencio. Vive en buenos términos con todas las personas, todo lo que puedas, sin rendirte. Di tu verdad tranquila y claramente; escucha a los demás, incluso al aburrido y al ignorante; ellos también tienen su historia.”

Anónimo, 1.693.

martes, 20 de diciembre de 2011

Comidas de Navidad

Llega la Navidad, llegan las fiestas navideñas y todo lo que con ellas comporta, y ello incluye las comidas de navidad. Llegan la comidas familiares, de empresa, de amigos, de la asociación, de…
Todas estas comidas deberían tener un sentido, pero en la realidad no lo tienen. ¿Existe algo mejor que compartir compañía, conversación, mesa y mantel con personas a las que te sientes unido de alguna forma?
Hemos convertido un hermoso ritual en una especie de obligación social. Entre todos, hemos dejado que lo que debería ser una ocasión especial, sea en la práctica una rutina sin más que se remite irremediablemente cada año.
No aprovechamos esa comida familiar para sentirnos más cerca y unidos a nuestros familiares. En la comida de empresa, unos se decidan a agasajar a la jefatura, mientras el resto se “divierte” con la crítica de ese comportamiento.
Nos encontramos con comidas de “amigos” en las que, cada año que pasa, se reúnen alrededor de una mesa y de mucho alcohol, personas cada vez más desconocidas unas de las otras.
Las comidas de asociaciones, clubes, hermandades… se han convertido en competiciones de estatus, o en la interpretación de roles absurdos en un espacio supuestamente de amistad y fraternidad, o en el mejor de los casos un encuentro civilizado para comer en un mismo local.
Parece que a todos se nos ha olvidado que lo de comer es simplemente el pretexto perfecto para tener la oportunidad de estar, y sentirse más unidos, con esas personas que nos interesaron, a las que nos consideramos conectados y a las que visualizamos en un futuro compartido.
(puedes leer este artículo también en: www.sercompetentes.com)

lunes, 7 de noviembre de 2011

Dar las gracias

¡Gracias! Gracias por clickear en el enlace de esa red social y venir a esta web. Gracias por empezar a leer nuestro editorial de noviembre. ¡Gracias!
No podemos quedarnos con la idea de que la palabra gracias es solo una expresión de agradecimiento. Por ello, dar las gracias no es lo mismo que mostrar agradecimiento. No podemos quedarnos en un simple formulismo social.
Cuando demos las gracias, se trata de ir más allá de dar las gracias. Consiste en hacerlo de forma autentica, con el corazón, poniendo en valor la atención recibida. Agradeciendo de corazón, tomamos conciencia de lo que en verdad significa la expresión gracias.
Existe un dicho popular, “es de bien nacido, ser agradecido”. Dar las gracias puede ser gratificante, tanto para la personas que las da, como para quien las recibe. Si el sentimiento es autentico, podemos disfrutar dando las gracias compartiendo la alegría o la satisfacción por lo recibido de la otra persona. Podemos crear esa maravillosa conexión con ese otro ser humano.
Dar las gracias no es solo una cuestión de buena educación. Se puede comunicar asertivamente, utilizando un “gracias” para hacer ver a esa persona que está en un error actuando de “de esa manera”. Prueba a decir un “gracias” autentico ante unos malos modos o una mala atención. Harás ver a esa persona lo maravilloso que se pierde por tener la conducta que tiene.
No ganas nunca nada esperando un “gracias”, porque entonces no las merecerás. Recuerda que se puede dar las gracias sin decir “gracias”. Un gesto, una sonrisa, una mirada cómplice… también pueden significar “gracias”.
Gracias no es solo una palabra, es un sentimiento de unión con otras personas. ¡Gracias por leerme!
(puedes leer este artículo también en: www.sercompetentes.com)

miércoles, 19 de octubre de 2011

El poder de la sonrisa

Durante muchos años nos han venido convenciendo del poder de una sonrisa, y sus efectos beneficiosos para la salud física, mental y social. Pero a pesar de todos los argumentos a favor, parecemos empeñados en no hacer un uso adecuado de la misma.
Sonríe, porque sonreír es gratis. Porque te acerca a los demás seres humanos. Porque genera cercanía, confianza, transmite amabilidad y da un mensaje de ayuda, de apoyo, de servicio.
Sonríe, porque es una forma de encontrar tu equilibrio interior, de transmitirlo, de estar en paz, de irradiar paz. La Sonrisa es la luz que ilumina tu vida y de las personas que te rodean.
Sonríe, porque sonreír es la mejor arma para cambiar tu mundo, el mundo, nuestro mundo. Sonreír nos acerca a todos un poco más, mejorando nuestro universo interior y la relación con nuestro entorno.
Sonríe, porque es un gesto universal que “buena vibración”, de optimismo, que genera una actitud positiva. Sonreír siempre crea un clima favorable para todo y para todos.
Sonríe, porque sonreír es una fuerza vital capaz de derribar barreras, de abrir puertas, allanar caminos… Sonreír no es un acto individual, sonreír es compartir una sonrisa creando una unión entre las personas que se sonríen.
Sonríe, porque la sonrisa es el idioma de la alegría, de la comunicación inteligente, de la interacción personal. Sonreír tiene un efecto multiplicador, tiene el “efecto espejo”. Sonríe, y te sonreirán.
Sonríe, pero hazlo de forma franca y sincera, con el corazón, con el alma, sintiendo tu sonrisa, con convencimiento.
Sonríe y se feliz. Transmite felicidad. Por favor, sonríe.

(puedes leer este artículo también en: www.sercompetentes.com)

miércoles, 14 de septiembre de 2011

Hace muchos miles de años…

Hace muchos miles de años, alguno de tus antepasados se habría despertado a la intemperie o en la humedad de una cueva, sin haber disfrutado de tu cómoda cama y del confort de tu hogar.
Seguramente, este antepasado no ha ido a ningún armario a preparar la ropa que se pondría hoy. Sus ropas y calzado llevarán varios días en contacto con su cuerpo y con su sudor. Posiblemente algunos parásitos comparten vivienda en el cuerpo y los ropajes. Tú, esta mañana, te has dado tu ducha matinal y luego te has dirigido a todos tu muebles para salir a la calle conveniente mente uniformado.
La agenda del día la tenías clara, incluso has decidido dónde comer. Lo de qué comer, yo lo decidirás sobre la marcha, o solo basta con abrir el frigorifico. Tu antepasado se estaría preparando para ir a cazar, pescar o recolectar. Irá en busca de la aventura para ver el sustento de hoy.
Tú habrás tomado el transporte público o tu vehículo personal. Tu antepasado prehistórico se habrá dado una gran caminata para conseguir la comida del día.
Al salir de casa habrás cerrado tu puerta con llave. Tus antepasados deben defender su hábitat con su propia fuerza. Defenderse de las invasiones de los poblados vecinos, de los ataque de los depredadores…
Si al llegar a casa te duele la cabeza, solo tienes que tomar una pastilla del botiquín y tumbarte en el sofá a descansar. Tu antepasado prehistórico seguramente tendría que esperar pacientemente a que la naturaleza de su propio cuerpo resolviera lo del dolor.
Podríamos estar horas hablando de las diferencia de la nuestras vidas, con las de nuestros antepasados de hace miles de años… La humanidad fue avanzando. Llego la agricultura, la organización de los pueblos, los inventos, los avances médicos y tecnológicos…hasta la actualidad.
Entre tú y tu antepasado prehistórico, ¿quién tiene mejor vida? ¿quién es más feliz? ¿quién está más satisfecho con su vida? ¿quién está más estresado? Cuando hayas contestado a estas preguntas… ¿qué es lo que no te cuadra? Alguien puede explicar ¿como la humanidad ha llegado a estas cotas de “desarrollo” que han venian a mejorar nuestras vidas, mientras al contrario nos encontramos a una gran parte de la población mundial “civilizada” atrapada en el estrés, la desidia, o la depresión? Deberíamos averiguar con urgencia qué es lo no estamos haciendo bien.
( este artículo también en: www.sercompetentes.com )

lunes, 8 de agosto de 2011

En tiempo de crisis

En tiempo de crisis, es tiempo de cambios. Algunos opinamos que es tiempo de oportunidades, de “nuevas” oportunidades; que no de las posibilidades que podrías estar esperando o soñando.
La crisis significa cambio, situación de cambio que no puede traer continuidad porque ya, casi todo no volverá a ser igual. La crisis puede conllevar modificaciones que nos harán evolucionar hacia algo diferente. Y finalmente la crisis puede provocar con cambio brutal cuyos resultados sean revolucionarios.
Lo habitual de una crisis, es que las cosas no vuelvan a ser como antes, y el resultado dependerá en gran parte de nuestra actitud frente a la crisis. Podemos cometer el error de resistirnos al cambio, o al contrario, buscar e intentar aprovechar esas nuevas oportunidades, imbuyéndonos en una especie de revolución silenciosa interior de la que surgirá nuestra regeneración. Nosotros tampoco seremos los mismos después de la crisis, optemos por una y otra opción.
Otra de las claves, es que si nos resistimos al cambio, normalmente heredaremos “sus” oportunidades; mientras que si practicamos la aceptación de la nueva situación y sondeamos “nuestras” nuevas oportunidades llegará la regeneración.
Vivimos momentos decisivos, con consecuencias importantes. No podemos obviar que la situación es difícil y muy complicada. Estamos ante un cambio de nuestra realidad organizada. Esta vez, posiblemente no nos quedemos en un pequeño cambio que signifique una cierta evolución. El cambio será profundo, y porque no decirlo, revolucionario (desde el punto de vista de los resultados).
Aunque a estas alturas del debate, se ha dicho y especulado casi todo sobre la actual crisis, nuestra opinión es que el origen de toda esta crisis se sustancia en la crisis de valores que sufre desde hace mucho tiempo nuestra sociedad “moderna” contemporánea.
Todo parte de la carencia de valores o de valores equivocados. Desde todos los ámbitos, nuestro modelo de sociedad está en crisis. No estamos ni siquiera preparados para la circunstancia más clara e indiscutible: el cambio es continuo, lo único que permanece constante es el cambio.
La primera regeneración debería ir encaminada a como afrontamos las posibles crisis o en cambio en sí. Siempre empezamos con los reproches con la búsqueda de culpables, para después pasar a la fase de autoinculpación, hasta llegar a la aceptación de la nueva circunstancia, para pasar finalmente a la acción para el cambio. ¿Por qué no aprendemos aceptar para saber actuar?
La crisis actual tiene una cara de la moneda que depende de las personas y solo de las personas. Existe una Red de Apoyo Social Anónima que empieza primero por los familiares, les siguen las amistades y termina por la solidaridad de absolutos desconocidos en algunos casos extremos.
Nadie dice que es, o será fácil. Es como el número del trapecista en el circo. Contamos con la red, agarrémonos fuertemente a nuestros valores y no queda otra opción que viajar por el aire hacia el otro lado.
( este artículo también en: www.sercompetentes.com )

martes, 12 de julio de 2011

Alfabetización Emocional

Nos adentramos de pleno en el verano, en las vacaciones de los estudiantes, en ese hacer balance del curso escolar, social y político. Los que tenemos hijos, y los que no también, andamos preguntado y analizado las notas académicas de esas personas a las que tanto queremos.
Miramos a nuestros hijos con la preocupación de que deben obtener la formación académica y profesional que les permita “ganarse la vida” de una manera honrada. Que deben adquirir cierta capacitación profesional para adentrarse en el mundo laboral. Y por supuesto, nos implicamos en ofrecerles una educación integral como personas.
Todo lo expuesto hasta ahora, creo que lo aceptaría cualquier persona sensata. Pero, ¿qué pasa con las emociones? ¿educamos a nuestros hijos emocionalmente? ¿los preparamos para andar desnudos por la vida? Deberíamos de empezar a preocuparnos por la alfabetización emocional de nuestros hijos con la misma pasión que cuidamos de su educación integral, porque si falta la emocional, no es integral.
Deberíamos de comenzar a trabajar sobre la percepción, ya que la realidad no es lo que nosotros vemos, esa es nuestra realidad. Una percepción lo más correcta posible de la realidad es un buen punto de partida para trabajar con nuestras emociones.
Primero tenemos que aprender a oír los pensamientos, a no identificarnos con ellos, hacerles entender que esa voz que escuchan continuamente no son ellos para a continuación, explicarles que no deben dejarse atrapar por los pensamientos. Si te dejas atrapar por los pensamientos tendrás una visión de la realidad totalmente distorsionada.
El siguiente paso sería, no entrar a valorar las emociones como buenas o malas, es una forma más de distorsionar la realidad y el análisis de nuestras propias emociones. No puedes reconocer bien una emoción si previamente ya le has puesto la etiqueta de mala o buena.
Decirlo parece fácil, pero permanecer imparcial ante una emoción es muy difícil. Sobre todo, porque la mente nos intentará distraer, ya sea en forma de estímulo externo, ya sea por el comportamiento automatizado debido a experiencias anteriores, o por último, ya sea por un deseo a futuro que tenemos en nuestra mente.
Casi toda la literatura sobre el tema de la alfabetización emocional se adentra con demasiada impaciencia en la prescripción de recetas sobre inteligencia emocional o si a caso, sobre habilidades sociales. Pero se echa de menos, el que la persona mire a su interior, no solo analice como se siente, que está bien, pero que sea capaz de tomar conciencia de las emociones sin dejarse arrastrar por su mente ni por sus pensamientos.
La alfabetización emocional debería comenzar por lo expuesto hasta ahora. Apercibirse de los propios pensamientos, qué sentimientos tenemos, qué sensaciones nos producen, cómo nos sentimos, percibir incluso qué sensaciones corporales nos producen y, muy importante, qué reacciones están provocando en nosotros.
Por último, es clave que entiendan que expresar sus emociones no es malo, que expresar facilita la comunicación. Pero la comunicación de las emociones debe ser el final, no el principio. Cuando cualquier emoción nos “secuestra”, toma la iniciativa y se manifiesta en forma de palabra, gesto o expresión, normalmente desproporcionada.
El proceso puede parecer algo simple, pero no es sencillo, necesita aprendizaje. Nuestros hijos pueden aprenderlo ejercitándolo, pero no podemos olvidar el mejor método de aprendizaje con el que contamos los adultos, el ejemplo. De nada sirve que pidamos o enseñemos un determinado comportamiento, si después nosotros mismos no lo ponemos en práctica.
Con la alfabetización emocional ayudaremos a nuestros hijos a alcanzar una percepción más correcta de la realidad, a conseguir un mayor y mejor autocontrol, a que tengan un sentido de la realidad acorde con su edad y su capacidad metal e intelectual, a lograr una mayor resistencia a adversidad…a descubrir y obtener el éxito en forma de felicidad. Enseñar a nuestros hijos a vivir consigo mismos y con los demás.
( este artículo también en: www.sercompetentes.com )

jueves, 19 de mayo de 2011

Principio de Multifactorialidad

Cuando se afronta la declaración de un Principio de manera formal, se trata de presentar una serie de normas o reglas usadas para afrontar un determinado problema o situación. A continuación expondremos nuestra propuesta sobre el Principio de Multifactorialidad, de acuerdo a las normas o reglas siguientes:
Primera Regla y Principal: Todas las situaciones y acontecimientos que se producen el universo son producto de una multiplicidad de factores.
Segunda Regla: La influencia, incidencia o afectación sobre la situación actual de cualquier acontecimiento de cada uno de los factores suele ser diferente. Es la que llamamos nivel de influencia del factor.
Tercera Regla: Cualquier cambio que se produzca en uno de los factores que determinan una situación, producirá a su vez un cambio en dicha situación, alterando el nivel de influencia de todos los factores en la nueva situación.
Cuando ocurre algo importante en nuestras vidas que nos inquieta, que nos interesa, que nos preocupa…, buscamos siempre el motivo o la causa del mismo. Y no se sabe muy bien porque, pero casi todos nosotros nos centramos en una causa, en un solo motivo. Parece que tenemos que buscar al culpable de nuestro mal, o al responsable de nuestra felicidad, o a quién nos amenaza…; u otras veces focalizamos el problema o la situación en una causa concreta obviando las demás.
Sabemos que los principios son normas de conducta que orientan la acción del ser humano. Todos tenemos “nuestros principios” para guiarnos por la vida, esas reglas de comportamiento o normas de uso personal para escoger las soluciones a problemas o alternativas a situaciones.
Nuestros principios son como nuestras normas internas, nuestras creencias básicas para manejarnos por la vida de una forma correcta (¿correcta o feliz?). Son nuestros principios los que nos ayudan a relacionarnos con nosotros mismos, con los otros y con el universo en general.
Los seres humanos nos aferramos a nuestros principios como esas verdades fundamentales sin las que nuestras vida no tendría sentido y ni podríamos entender el mundo que nos rodea. Nuestros principios propician nuestros valores, nuestra conciencia y nuestra espiritualidad.
Principios, valores, conciencia, espiritualidad…, vinculados a nuestra libertad individual. Son nuestra elección personal sin coacción externa ni ajena, aunque eso si, influidos por nuestro entorno y el contexto, pero una elección personal al fin.
Abracemos el Principio de Multifactorialidad, la idea de la multiplicidad. Múltiple es variado, de muchas maneras, lo contrario de simple, y por que no, abundante. Nos encontramos en un modelo multifactorial dinámico de cambio continuo, esto significa además, que todo está interrelacionado entre sí.
Si adoptamos entre nuestros principios, el Principio de Multifactorial, adquirimos valores como diversidad, interrelacionalidad y amplitud de miras, adquirimos conciencia de nosotros mismos y de nuestra situación con respecto al mundo, adquirimos una nueva dimensión en nuestra espiritualidad, y sobre todo un desarrollo personal armónico con nosotros mismos, con los otros y con el universo en general.

viernes, 8 de abril de 2011

Esas pequeñas cosas

Esa ventana del dormitorio que no termina de cerrar bien, esa rozadura en la pared del jardín, esa planta que tengo que cambiar de tiesto, esa mínima perdida de agua que tiene el grifo del cuarto de baño, la cerradura de la azotea que da trabajo para cerrarla, los cinco minutos que adelanta el reloj del salón de casa, ese enchufe que nunca termina de funcionar bien…
Todos tenemos esas pequeñas cosas que necesitan que atendamos y que nos tropezamos a diario con ellas, pero que nunca terminamos de arreglar. Incluso se han convertido en parte de nuestro paisaje.
Recurriendo a la metáfora, todos tenemos esas pequeñas cosas en nuestra vida que no nos dejan ser mejores, o que nos impiden serlo cuando son muchas pequeñas cosas. Ese montón de cartas del banco sin ordenar, esa manía de salir y llegar siempre con la hora justa, el evitar un saludo por el simple echo de nuestra timidez, culpar al funcionamiento del móvil para no devolver esa llamada, esas pequeñas mentiras “sin importancia” que nos sirven para hacer lo que nos da la gana, pareciendo que hemos hecho lo debido para cumplir con esa persona…
Deberíamos hacer un recuento de todas esas pequeñas cosas que no funcionan como deben en casa, en el trabajo, en nuestro comportamiento, en nuestra vida… Esta infinidad de “esas pequeñas cosas” que no son como consideramos nosotros como deben ser, nos cansan, nos irritan y sobre todo nos absorben la energía de forma parasitaria. Energía que necesitamos para ser más felices haciendo las cosas que hemos escogido hacer.
Comienza poco a poco, no intentes hacerlo todo en unos cuantos días. Encuentra el equilibrio sin concederte tregua pero dándote tu tiempo. Comienza tu gran cambio con esas pequeñas cosas.

miércoles, 9 de marzo de 2011

Mi propia conciencia

Normalmente todos nosotros estamos interactuando con nuestro entorno. Siempre estamos mirando hacia el exterior, hacia nuestro exterior. Vivimos pendientes de nuestro entorno, de de cómo dar respuesta al mismo. Vivimos de forma reactiva, reacción-respuesta. Ocurre algo a nuestro alrededor y allá vamos con nuestra réplica o reacción.
Utilizando de manera retorcida e interesada la “ley de adaptación al medio”, esta sociedad moderna nos prepara para estar siempre alerta de lo que ocurre fuera de nosotros, dejando abandonado a su suerte nuestro interior.
Muchas personas, en algunos días de su vida, de repente, por cualquier acontecimiento especial, y normalmente trágico, se dan cuenta que no tienen respuestas para replicar a lo que le está sucediendo a su alrededor. Entonces, condenados por las circunstancias, miran a su interior buscando respuestas. Normalmente no las encuentran, y si existen, la mayoría de las veces no son de agrado.
El ser humano en general, necesita cierto aprendizaje para cualquier tarea, incluso para las más cotidianas. Esta afirmación también es aplicable al funcionamiento mental de las personas. Por tanto, ni no tenemos cierto habito de mirar hacia nuestro interior, lo normal es que cuando llegue el momento, normalmente no elegido, de que tenemos la necesidad de esta introspección, necesitaremos más tiempo que el que desearíamos, para obtener respuestas.
Normalmente, cuando empezamos a mirar en nuestro interior, a navegar por nuestra propia conciencia, en los estados iniciales de esta sana actividad, normalmente como ocurre cuando entramos en una habitación por primera vez, nos llamará la atención el posible desorden, la suciedad, las manchas…aunque terminemos buscando ese cuadro en la pared que si nos agrada o alegra la vista.
Si por cualquier acontecimiento, nos vemos arrastrados a mirarnos hacia dentro, a la pesadumbre que acarreamos, se le unirá el caos del desorden interior de nuestra propia conciencia. De ahí la importancia de que tomemos conciencia de la importancia de parar de vez en cuando, dejar de “vigilar” nuestro entorno y adentrarse en las desconocidas aguas de nuestra conciencia.
Como cualquier actividad, necesita su tiempo y su técnica. Si adquirimos ese hábito de la introspección, cada vez sentiremos más control sobre está acción que se transformará en una mayor sensación de control de nuestras vidas, y mayor sentimiento de independencia de la circunstancias y acontecimientos que se suceden en nuestro entorno.
Te invito a que adquieras este hábito: disfrutar de la quietud y paz interior al zambullirme desnudo para bucear en mi propia conciencia.

lunes, 14 de febrero de 2011

Tomando Plena Conciencia

En nuestra moderna sociedad contemporánea todos andamos metidos en nuestras “cómodas rutinas” que parecen que nos hacen la vida más fácil. Aprendemos cómo hacer una cosa, y lo grabamos en nuestro disco duro (cerebro) para repetirlo de la misma manera el resto de nuestra vida. Parece, que de esta forma, nuestro cerebro y nuestra mente economizan energía para poder usarla en otras tareas, supuestamente más importantes.
Todos hemos tenido alguna vez la sensación de que somos autómatas. A sonado el despertador, nos hemos levando del mismo lado de la cama, las zapatillas de casa estaban donde debían estar, hemos entrado en el cuarto de baño, hemos desarrollado todas nuestras rutinas, hemos preparado el café, hemos ojeado algo parecido a lo de todas las mañanas mientras dábamos los últimos sorbos, hemos ido de camino (por el mismos de siempre) al trabajo, nos hemos sentado, hemos encendido el ordenador, hemos abierto el correo…
Algún día que otro, las zapatillas de casa no están donde debieran, o nos falta pasta de dientes, o no encontramos la corbata que nos ponemos siempre con este traje, o nos hemos quedado sin azúcar para el café, o una de las calles hacia el trabajo está cortada…y entonces nos alteramos al ver alterada nuestra “maravillosa” rutina del “lo tengo todo controlado”.
Este es solo un pequeño ejemplo de las cómodas rutinas que nos llevan al automatismo, y que nos hacen perder una actitud consciente de todo lo que nos va ocurriendo segundo a segundo en nuestras vidas. Parece un dilema difícil de de entender. Si hacemos cosas automáticamente para supuestamente utilizar los recursos de nuestra mente en acciones más provechosas, ¿por qué, entonces, utilizamos otras actividades para mantener la mente ocupada?
Cuando conducimos necesitamos poner la radio o música, cuando trabajamos nos dejamos acompañar por el hilo musical del ordenador, cuando nos desplazamos por la calle o en el transporte público llevamos nuestros auriculares o algo para leer. Llegamos a casa y lo primero que hacemos es encender la televisión o la radio o poner música para no sentirnos solos…
Nos movemos en un continuo vaivén entre desocupar la mente con los automatismos y rutinas por un lado; y por otro lado ese ocupar la mente para poder controlar nuestros pensamientos. En esta especie de baile de vals con la vida, vivimos engañados pensando que sabemos los pasos y que nosotros llevamos el ritmo de la música.
Hemos dejado de ser plenamente conscientes de cómo transcurre nuestra vida. Debemos recuperar la Plena Conciencia de lo que ocurre en nuestras vidas y a nuestro alrededor. Podemos empezar por las pequeñas cosas. Cuando realices cualquier actividad cotidiana, párate, obsérvate, piensa en cada movimiento, en cada acción, en cada sensación, en cada pensamiento, se plenamente consciente de lo estás haciendo. Podemos recuperar el placer por hacer las cosas y hacerlas bien.
Prueba a ir en silencio conduciendo hacía el trabajo, observa a las personas de los otros vehículos en el semáforo, presta atención a los peatones que cruzan por el paso de cebra, fíjate en todas esas cosas que estaban todos los días ahí y que hasta hoy no te has percatado de su presencia…
Deja el libro en casa para ir en el transporte público, no te pongas los auriculares, no escuches música si sales a correr… advierte las cosas y las personas que están en tu camino, escucha el ruido de la calle, el sonido de los aparatos y edificios, las conversaciones de las personas, observa a esa pareja mirándose, la sonrisa de ese bebe…
Cuando llegues a casa y cierres la puerta, párate, observa tu hogar, vuelve a mirar los cuadros, los adornos, la disposición de tus muebles, piensa en los tuyos que están en esas fotos… Cierra lo ojos, respira hondo, alcanza a sentir ese olor familiar como cuando llegas de un largo viaje. Mira en todas las habitaciones con todos sus recuerdos, abre los armarios y cajones que te contarán muchas historias…
Por último, siéntate o túmbate en tu lugar favorito de tu casa, ese sitio donde ves pasar toda tu vida familiar. Ahora cierra los ojos, respira hondo, siente como el aire de tu hogar entra y recorre todo tu cuerpo… Sin apenas darnos cuenta hemos tomado plena conciencia de nuestra vida.

miércoles, 12 de enero de 2011

El Juego de la Vida

Muchos de nosotros nos tomamos la vida como su fuera un juego. Participamos en una eterna competición por casi todo, formando parte de la humanidad, de esta humanidad. Desde que nacemos competimos con nuestros hermanos por el amor de nuestros padres; competimos con otros humanos por conquistar el amor de la persona amada; competimos con nuestros iguales para conseguir el afecto de nuestros amigos; competimos con el resto de la humanidad para alcanzar la aprobación social; competimos…
Nos tomamos la vida como una competición, competimos continuamente, en todo momento, lugar y circunstancias…nos medimos a cada momento con todo y con todos. Entramos, y por tanto aceptamos, en un juego con unas reglas muy concretas.
Las reglas del juego de la vida, parece que están claramente definidas. Se trata de ganar o perder, del todo o la nada. Si no gano, es que pierdo. Si no lo consigo todo, no sirve para nada. Si tú pierdes, que importa si yo gano.
Nos preocupa en qué división jugamos dentro del juego de la vida que se mide por el ranquin social. Miramos que puesto ocupamos en la clasificación de ese ranquin social de la división en la que nos ha tocado jugar. En esta competición no se suman puntos, se trata de ser capaz de acumular el mayor patrimonio posible. Cuanto tienes, cuanto vales.
Cuando estamos en la vorágine de la competición, no valen los términos medios. Todo lo vemos como bueno o malo (para nosotros), nos afecta o no nos afecta (a nosotros), sirve o no sirve (a nuestros intereses).
En el lenguaje competitivo predominan palabras como rendimiento, rentabilidad, contraprestación, ganancia, compensación, utilidad, provecho, beneficio, valioso… Las estrategias se mueven entre la más defensiva hasta la más ofensiva…La mentalidad nos puede dar una visión de la vida de lo más pesimista, o al contrario, todo lo optimista posible…
En todo esto existen muchas cuestiones que no me cuadran, pero no sé muy bien cuales, ni cuanto, ni como. ¿Será que la vida es algo más importante que un simple juego?