alguien dijo alguna vez:

“Anda plácidamente entre el ruido y la prisa, y recuerda que paz puede haber en el silencio. Vive en buenos términos con todas las personas, todo lo que puedas, sin rendirte. Di tu verdad tranquila y claramente; escucha a los demás, incluso al aburrido y al ignorante; ellos también tienen su historia.”

Anónimo, 1.693.

miércoles, 24 de marzo de 2010

una carta sobre la felicidad

Hace unos días, recibí un correo electrónico de una persona a la que tengo mucho aprecio y cariño. Aunque no lo decía expresamente, en sus palabras no leí ninguna expresión sobre su infelicidad, pero toda la carta estaba impregnada de tristeza. Sin embargo a mi amiga, no le había sucedido nada grave últimamente, pero entidí claramente que estaba triste y que no se sentía feliz.
Evidentemente, no revelaré su nombre real, así que la llamaremos a partir de ahora Carmen.
A continuación comparto con vosotros el contenido del correo electrónico con mis contestación:
"Querida Carmen, esta vez soy yo quien toma la inciativa, sin esperar la respuesta a mi último correo en el que te preguntaba si te sentias tan mal. La verdad es que yo tampoco me encuentro en el mejor momento de vida (ya sabes de los cambios en los que me encuentro metido), y quizás sea el menos indicado para darte consejos.
Solo puedo comparti contigo las conclusiones a las que he llegado sobre mi felicidad y la felicidad en general. Amiga Carmen, cualquier punto de partida para poder alcanzar la felicidad es una buena salud y una mala memoria. Olvida Carmen, olvida; sino, mal empezamos.
Si no olvidas, no podrás estar bien contigo misma, y este es uno de los secretos para la felicidad.
Cuando nos encontramos mal, solemos aspirar o soñar con esa gran felicidad, esa utopía de vida, que ni siquiera cuando estamos en un estado de ánimo normal, nunca nos planteábamos. Creo que este es el primer obstaculo para ser felices, esperar o ansiar la felicidad con mayúsculas.
Nos obsesionamos en ser felices sin tener en cuenta que la mayoría de las veces, ese camino hacía la felicidad es más gozoso que la propia felicidad soñada. Si esta, la felicidad, se convierte en tu objetivo vital, lo más probable es que no la consiguas jamas.
Con toda esta palabrería no quiero decirte que te olvides de que tienes que ser feliz; sino todo lo contrario. La mayoría de las veces la felicidad comienza en el momento que empieza a imaginarse esa felicidad. Pero lo felicidad completa no existe, existen muchas pequeñas felicidades.
Aveces la felicidad pasa por delante de nuestra puerta, y no la reconocemos. Muchas veces la felicidad que buscamos no tiene apariencia de felicidad; pero cuando la conocemos, nos hace felices. Otras veces, la felicidad se nos cuela por la ventana que intencionada o inadvertidamente dejaste entreabierta. Querida Carmen, no desperdicies las opotunidades que cada día pasan por tu puerta, y nunca dejes tus ventanas cerradas.
El problema es que todo lo que te he dicho, puede que incluso que me lo aceptes. Pero siempre nuestra felicidad se basa en la felicidad o en la infelicidad de otros, y aquí no sé bien que decirte. Solo que intentes hacer feliz al mayor número de personas y que reduzcas al mínimo tu capacidad para provocar infelicidad.
Querida Carmen, seguro que existen muchas cosas valiosas a tu alrededor, no dejes que la búsqueda de esa felicidad con mayúsculas, te haga perderte esas pequeñas alegrías que se producen cotidianamente.
Aceptar nuestros males y desgracias, asumirlas. Paciencia y esperanza. Valor y prudencia. No podrás ser feliz si las cosas que haces diariamente son distintas de las que crees. Si quieres ser feliz, que no te importe que te juzguen. La felicidad no nos espera en un sitio concreto, pero sin embargo hay que salir a buscarla.
Puedes optar por pensar que la felicidad no existe, entonces te librarás de buscarla; pero tampoco te quiero engañar fingiendo que es fácil de conseguir. La felicidad es fácil imaginársela, pero casi imposible de conseguir.
No sé porque te cuento todo esto. Todas estas reflexiones, las llevo haciendo mucho tiempo y vivía con ellas en la cabeza, y he esperado a pensar e imaginar que pensabas que no eras feliz, para expresarlas a alguien, o a mi mismo a través de este correo.
Quizás, lo mejor de la felicidad es no necesitarla, no pensar en ella. Significaría que al menos no eres infeliz. Pero, querida Carmen, yo no puedo hacer nada por ti, ni nadie puede hacer nada más por ti. Tú eres la única artífice de tu propia felicidad. El trabajo es duro, pero confío en que lo conseguirás.
Cuando la consigas, tampoco olvides que la felicidad no es constante, y para mantenerte feliz exigirá un esfuerzo constante ante el cambio constante que es, al fin y al cabo, nuestra propia vida.
Espero tus noticias, mientras tanto cuídate. Un beso".

lunes, 8 de marzo de 2010

Sobre la vocación de nuestros hijos

En estos día, los que tenemos hijos en edad de finalizar la educación secundaría, estamos reviviendo momentos de nuestra adolescencia relacionados con ¿qué estudiamos? Finalizados los estudios de secundaria nuestros jóvenes tienen que empezar a plantearse “que quieren ser de mayores”.
Si echamos la vista atrás, y recordamos nuestros 16 años, será un ejercicio de empatía fundamental para poder ayudarles en “su” decisión. Y creo que digo bien: “su” decisión. No podemos caer en el error de focalizar “nuestras” expectativas sobre nuestros hijos. Frases tales como “ojala yo hubiera tenido tus oportunidades…”, “lo que mas te conviene es…”, “con tal carrera, nunca te faltará trabajo”.
Mi experiencia como coach, en mi caso, creo que me están siendo de gran utilidad. Creo que todos los padres y madres a través de algunas herramientas básicas del Coaching, podrán ayudar a sus hijos e hijas. Partiremos de la base fundamental: “el coach nunca dice a su cliente lo que tiene que hacer”. Por tanto nosotros no podemos decirle a nuestro hijo lo que tiene que hacer. Sería un grave error.
Estimo que un buen comienzo sería dejarle muy claro que la decisión siempre será suya y que nos gustaría ayudarle en “su decisión”.
Mediante el método socrático, debemos establecer un dialogo entre padre, madre e hijo/hija; a través de preguntas. Preguntas que buscan respuestas fruto de una reflexión y un razonamiento. Debemos empezar por preguntarle desde lo más genérico a lo más específico. Seguramente sus respuestas nos pueden inducir a realizar otras preguntas que en principio no teníamos previstas realizar. Evidentemente debe ser una conversación seria pero a su vez lo más distendida posible. No puede parecer un interrogatorio.
Partir de ¿qué es lo que te gustaría estudiar? o ¿a qué te gustaría dedicarte de mayor?, nos irán llevando a otras como ¿qué te gusta más de tal carrera o tal profesión? Podéis sorprenderos con afirmaciones sobre lo que les gusta o se les da mejor, pero no les cuestionéis directamente, hacerlo a través de otra pregunta que les haga reflexionar y al buscar una respuesta argumentada encuentre verdaderamente sus motivaciones.
Sería recomendable no plantearles nuestras experiencias personales directamente. Solamente debemos contarles nuestra experiencia al respecto si en la conversación son nuestros hijos quienes nos preguntan. Nuestra respuesta debe ser lo más sincera y objetiva que podamos, y siempre aclarándole que eran otras circunstancias y otros momentos.
Tampoco debemos plantearnos realizar una sola conversación, podemos aprovechar que surge la conversación durante la comida, en el coche… Si vemos que son esquivos al tema, no debemos insistir aunque si deberíamos dejarles caer que es importante hacer un hueco para que nos cuente que tiene pensado al respecto.
En mi opinión, todo esto es una cuestión de vocación, hablamos de anhelos e incluso, porque no decirlo, de sueños. Podemos cometer el error de ver el futuro profesional aparte del personal y/o social. Debemos ver la vida como un todo, y todas las facetas de nuestras vidas son independientes, pero también están interconectadas entre sí.
En la vocación están los sueños, los anhelos, el placer en hacer las cosas, la realización en los logros, la curiosidad por sondear nuevos caminos, la motivación por la superación, sentirnos que estamos en el lugar y con las personas apropiadas, sentir la intuición, la imaginación, la facilidad y la dificultad…, el esfuerzo y la entrega que nos dan satisfacción y sentido a nuestra vida. Amar lo que hacemos estando en paz con nosotros mismos y con los demás.
Siempre oía de mis mayores que los hijos no vienen con un manual de instrucciones debajo del brazo. Hemos aprendido durante todo este tiempo a formar personas que puedan ser, estar y vivir en sociedad, con propia personalidad y con respeto a la de los demás. Ahora nos toca aportar nuestro granito de arena a conformar el devenir de una vida, como todas las vidas, única e irrepetible, con el agravante de que se trata de un ser humano que amamos hasta el extremo. Quizá ellos entiendan algún día que ahora sentimos parecidas dudas, miedos e incertidumbres a las que ellos padecen sobre su futuro vocacional y profesional.
Aunque hablemos de sus vidas, su éxito será nuestro éxito, su felicidad será nuestra felicidad. ¿Alguien tiene alguna duda?