alguien dijo alguna vez:

“Anda plácidamente entre el ruido y la prisa, y recuerda que paz puede haber en el silencio. Vive en buenos términos con todas las personas, todo lo que puedas, sin rendirte. Di tu verdad tranquila y claramente; escucha a los demás, incluso al aburrido y al ignorante; ellos también tienen su historia.”

Anónimo, 1.693.

martes, 12 de julio de 2011

Alfabetización Emocional

Nos adentramos de pleno en el verano, en las vacaciones de los estudiantes, en ese hacer balance del curso escolar, social y político. Los que tenemos hijos, y los que no también, andamos preguntado y analizado las notas académicas de esas personas a las que tanto queremos.
Miramos a nuestros hijos con la preocupación de que deben obtener la formación académica y profesional que les permita “ganarse la vida” de una manera honrada. Que deben adquirir cierta capacitación profesional para adentrarse en el mundo laboral. Y por supuesto, nos implicamos en ofrecerles una educación integral como personas.
Todo lo expuesto hasta ahora, creo que lo aceptaría cualquier persona sensata. Pero, ¿qué pasa con las emociones? ¿educamos a nuestros hijos emocionalmente? ¿los preparamos para andar desnudos por la vida? Deberíamos de empezar a preocuparnos por la alfabetización emocional de nuestros hijos con la misma pasión que cuidamos de su educación integral, porque si falta la emocional, no es integral.
Deberíamos de comenzar a trabajar sobre la percepción, ya que la realidad no es lo que nosotros vemos, esa es nuestra realidad. Una percepción lo más correcta posible de la realidad es un buen punto de partida para trabajar con nuestras emociones.
Primero tenemos que aprender a oír los pensamientos, a no identificarnos con ellos, hacerles entender que esa voz que escuchan continuamente no son ellos para a continuación, explicarles que no deben dejarse atrapar por los pensamientos. Si te dejas atrapar por los pensamientos tendrás una visión de la realidad totalmente distorsionada.
El siguiente paso sería, no entrar a valorar las emociones como buenas o malas, es una forma más de distorsionar la realidad y el análisis de nuestras propias emociones. No puedes reconocer bien una emoción si previamente ya le has puesto la etiqueta de mala o buena.
Decirlo parece fácil, pero permanecer imparcial ante una emoción es muy difícil. Sobre todo, porque la mente nos intentará distraer, ya sea en forma de estímulo externo, ya sea por el comportamiento automatizado debido a experiencias anteriores, o por último, ya sea por un deseo a futuro que tenemos en nuestra mente.
Casi toda la literatura sobre el tema de la alfabetización emocional se adentra con demasiada impaciencia en la prescripción de recetas sobre inteligencia emocional o si a caso, sobre habilidades sociales. Pero se echa de menos, el que la persona mire a su interior, no solo analice como se siente, que está bien, pero que sea capaz de tomar conciencia de las emociones sin dejarse arrastrar por su mente ni por sus pensamientos.
La alfabetización emocional debería comenzar por lo expuesto hasta ahora. Apercibirse de los propios pensamientos, qué sentimientos tenemos, qué sensaciones nos producen, cómo nos sentimos, percibir incluso qué sensaciones corporales nos producen y, muy importante, qué reacciones están provocando en nosotros.
Por último, es clave que entiendan que expresar sus emociones no es malo, que expresar facilita la comunicación. Pero la comunicación de las emociones debe ser el final, no el principio. Cuando cualquier emoción nos “secuestra”, toma la iniciativa y se manifiesta en forma de palabra, gesto o expresión, normalmente desproporcionada.
El proceso puede parecer algo simple, pero no es sencillo, necesita aprendizaje. Nuestros hijos pueden aprenderlo ejercitándolo, pero no podemos olvidar el mejor método de aprendizaje con el que contamos los adultos, el ejemplo. De nada sirve que pidamos o enseñemos un determinado comportamiento, si después nosotros mismos no lo ponemos en práctica.
Con la alfabetización emocional ayudaremos a nuestros hijos a alcanzar una percepción más correcta de la realidad, a conseguir un mayor y mejor autocontrol, a que tengan un sentido de la realidad acorde con su edad y su capacidad metal e intelectual, a lograr una mayor resistencia a adversidad…a descubrir y obtener el éxito en forma de felicidad. Enseñar a nuestros hijos a vivir consigo mismos y con los demás.
( este artículo también en: www.sercompetentes.com )