alguien dijo alguna vez:

“Anda plácidamente entre el ruido y la prisa, y recuerda que paz puede haber en el silencio. Vive en buenos términos con todas las personas, todo lo que puedas, sin rendirte. Di tu verdad tranquila y claramente; escucha a los demás, incluso al aburrido y al ignorante; ellos también tienen su historia.”

Anónimo, 1.693.

martes, 13 de marzo de 2012

Sobre el optimismo

Es sorprendente que a estas alturas de la humanidad, pueda estar en entredicho las bondades del optimismo. El optimismo entendido como una mirada a la vida siempre desde el aspecto favorable. La manera en que interpretamos los contratiempos, define nuestra actitud ante la vida. El optimismo es un blindaje especial contra el desanimo y la desidia. El optimista no puede caer en la resignación o en la inacción. El optimismo implica creer en el ser humano, en la buena naturaleza de las personas y por supuesto, también tener confianza en uno mismo. El optimista sonríe a pesar de las circunstancias, sin dejarse atrapar por un optimismo cándido, ni tampoco dejarse arrastrar por la euforia de un falso hiperoptimismo. El optimista es realista antes los contratiempos, asumiendo su responsabilidad de acción. La mirada del optimismo ve primero las posibilidades que las dificultades, las soluciones que las excusas o lamentos, la luz que la oscuridad... El optimista se centra en las soluciones que no en los problemas, se centra en lo que sabe que no en lo que ignora, no busca culpables centrándose en las oportunidades y las soluciones. El optimista considera el fracaso como una lección para buscar soluciones a los errores subsanables. El optimismo busca al amigo, no al enemigo. Mira hacia adelante, no hacia atrás. El optimismo es la fuerza para trabajar duro frente a la dificultad extrema. Optimismo es confianza, paciencia, tolerancia, energía, esperanza, implicación... El optimismo no se pregona, se practica. Para crecer en el optimismo, se trata de querer ser optimista. (puedes leer este artículo también en: www.sercompetentes.com )