alguien dijo alguna vez:

“Anda plácidamente entre el ruido y la prisa, y recuerda que paz puede haber en el silencio. Vive en buenos términos con todas las personas, todo lo que puedas, sin rendirte. Di tu verdad tranquila y claramente; escucha a los demás, incluso al aburrido y al ignorante; ellos también tienen su historia.”

Anónimo, 1.693.

miércoles, 9 de marzo de 2011

Mi propia conciencia

Normalmente todos nosotros estamos interactuando con nuestro entorno. Siempre estamos mirando hacia el exterior, hacia nuestro exterior. Vivimos pendientes de nuestro entorno, de de cómo dar respuesta al mismo. Vivimos de forma reactiva, reacción-respuesta. Ocurre algo a nuestro alrededor y allá vamos con nuestra réplica o reacción.
Utilizando de manera retorcida e interesada la “ley de adaptación al medio”, esta sociedad moderna nos prepara para estar siempre alerta de lo que ocurre fuera de nosotros, dejando abandonado a su suerte nuestro interior.
Muchas personas, en algunos días de su vida, de repente, por cualquier acontecimiento especial, y normalmente trágico, se dan cuenta que no tienen respuestas para replicar a lo que le está sucediendo a su alrededor. Entonces, condenados por las circunstancias, miran a su interior buscando respuestas. Normalmente no las encuentran, y si existen, la mayoría de las veces no son de agrado.
El ser humano en general, necesita cierto aprendizaje para cualquier tarea, incluso para las más cotidianas. Esta afirmación también es aplicable al funcionamiento mental de las personas. Por tanto, ni no tenemos cierto habito de mirar hacia nuestro interior, lo normal es que cuando llegue el momento, normalmente no elegido, de que tenemos la necesidad de esta introspección, necesitaremos más tiempo que el que desearíamos, para obtener respuestas.
Normalmente, cuando empezamos a mirar en nuestro interior, a navegar por nuestra propia conciencia, en los estados iniciales de esta sana actividad, normalmente como ocurre cuando entramos en una habitación por primera vez, nos llamará la atención el posible desorden, la suciedad, las manchas…aunque terminemos buscando ese cuadro en la pared que si nos agrada o alegra la vista.
Si por cualquier acontecimiento, nos vemos arrastrados a mirarnos hacia dentro, a la pesadumbre que acarreamos, se le unirá el caos del desorden interior de nuestra propia conciencia. De ahí la importancia de que tomemos conciencia de la importancia de parar de vez en cuando, dejar de “vigilar” nuestro entorno y adentrarse en las desconocidas aguas de nuestra conciencia.
Como cualquier actividad, necesita su tiempo y su técnica. Si adquirimos ese hábito de la introspección, cada vez sentiremos más control sobre está acción que se transformará en una mayor sensación de control de nuestras vidas, y mayor sentimiento de independencia de la circunstancias y acontecimientos que se suceden en nuestro entorno.
Te invito a que adquieras este hábito: disfrutar de la quietud y paz interior al zambullirme desnudo para bucear en mi propia conciencia.