alguien dijo alguna vez:

“Anda plácidamente entre el ruido y la prisa, y recuerda que paz puede haber en el silencio. Vive en buenos términos con todas las personas, todo lo que puedas, sin rendirte. Di tu verdad tranquila y claramente; escucha a los demás, incluso al aburrido y al ignorante; ellos también tienen su historia.”

Anónimo, 1.693.

lunes, 6 de septiembre de 2010

¿Qué tiene de malo volver a nuestro día a día?

Con la vuelta de las vacaciones, en cualquier tertulia o conversación, con indiferencia de su formalidad, empezamos a oír frases que podemos asimilar con la queja, protesta o pesadumbre por volver a nuestro quehacer diario.
En principio, deberíamos pensar que el quehacer diario de muchas personas, por culpa de esta crisis, es buscarse un quehacer diario. Así que considerémonos unos auténticos privilegiados o al menos afortunados, los que contamos con un quehacer diario llamado empleo remunerado.
Partiendo de la obviedad anterior, vamos a intentar ayudar en como deberíamos afrontar nuestro quehacer diario después de unas vacaciones, o después de cualquier otro acontecimiento que nos haya obligado o inducido a plantearnos cuestiones sobre nuestro trabajo; sea este un empleo remunerado, o nuestra actividad empresarial o profesional, o nuestras tareas domésticas, o nuestras obligaciones familiares…
Existen determinadas actividades en nuestras vidas que simplemente, sin trapujos, no disfrutamos y sabemos que no vamos a poder disfrutar realizándolas. Si existe algo que no podemos disfrutar haciéndolo, lo más recomendable es aceptarlo; sin más, aceptar que debemos hacerlo.
Con la aceptación, encontramos esa cierta paz o tranquilidad que se precisa para realizar cualquier actividad humana. Sería un grave error “comerse la cabeza” con lo poco que nos gusta o lo pesada que es esta actividad. La aceptación significa que mientras realizo esa “dichosa” actividad, lo hago en buena disposición, con la intención sincera de hacer bien las cosas.
Si estas en este caso en la mayoría de tu vida, deberías plantearte algunos cambios en la misma. Date tu tiempo, pero deberías de empezar a organizar tu vida con una mayoría de actividades que no impliquen aceptación.
Otras veces, disfrutamos realmente con lo que hacemos. Entonces, ¿Por qué quejarse? Tienes un doble privilegio: tienes que hacer algo con lo que gozas. Es cierto, que con el paso del tiempo, perdemos la perspectiva de hacia dónde nos dirigimos y qué sentido tiene lo que estamos haciendo. Entonces, cada vez nos sentimos menos gozosos y disfrutamos menos con nuestro quehacer diario.
Es muy importante parar, de vez en cuando, en la vorágine del día a día; y reflexionar sobre cuáles son las cuestiones que provocan que disfrutemos con nuestro quehacer diario. De esta manera, esas “pequeñas crisis” serán cada vez menos, y de menor duración.
Existe el caso de personas que no solo disfrutan de su quehacer diario, sino que gozan profundamente. Es el tipo de personas que a los demás nos sorprenden por su entusiasmo en el trabajo o cualquiera otra actividad. Si el estado anteriormente mencionado, el de disfrutar con nuestro trabajo, es el recomendable; este estado de entusiasmo en el quehacer diario sería el ideal.
Existe un factor común en todas las personas que tienen ese quehacer diario dominado por el entusiasmo. En todas esas personas, su quehacer diario le da sentido a sus vidas. Este es el pequeño gran secreto. Muchas veces fue primero el quehacer diario y luego llegó la situación de que aquello le daba sentido a su vida. Otras pocas personas, fueron más valientes: comprobaron que es lo que daba sentido a su vida, y luego lo convirtieron en su quehacer diario. Perfecta enseñanza de vida.